jueves, 6 de marzo de 2014

ENERO


Una tarde lluviosa de enero, donde mis silencios más taciturnos morían en cada uno de los besos, escuché el murmullo de los recuerdos. Imaginé tu mirada de mi mundo junto al tuyo, habría sido perfecto despertar en la calidez de las manos y fallecer lentamente por la línea curva de tu cuello, al mismo tiempo que la aurora con sus hilos anaranjados iluminaba la oración de nuestros abrazos.
Que más decir si mi cuerpo fue tu cuerpo, si los poros dormidos nos recordaron el verbo amar y la más silenciosa melodía hizo revivir a la euforia junto al afligido gozo.
Ahora, después que la voz del invierno apagó la luz de tus ojos y los soles de los dedos, quiero que vuelvas a mí, porque fuiste mi risa, el alma, los labios, la libertad de vivir de nuevo aquella tarde lluviosa de enero.


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