viernes, 14 de marzo de 2014

CRÓNICA

La mañana pintaba gris
entre espesos aires encarnados,
mientras la pesada lluvia se acercaba
sobre la firme faz.

Creí que mi alma estaba segura
pero la ironía abrió las puertas,
acusándome con dedos de hierro
cuando fui juzgada
en el trono maldito.

Me señalaste sin dudar
y de nuevo nada existió,
ni el sonido de mi voz,
ni tu lengua fiel
que en lo más hondo atravesó mi cuerpo.

Y ahora me culpas del delito
cuando tú eres el condenado.
Fuiste sabio,
engañándome con labios envenenados
al mismo tiempo ratificaste necias palabrerías
que de mi dócil boca no salieron.

Yo no maté.
Soy inocente,
lo soy.

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