La
miraba con los ojos azules
de
todos los días,
mientras
la citaba el lamentable destino.
Siempre
creí
que
mis últimas horas
las
compartiría con ella,
pero
la muerte la visitaba lentamente
arrancando
la miel de sus etéreos labios.
Sonreía
a
través de ventanas sin vida,
al
mismo tiempo que el alma perfilaba el lamento
de
aquella torre con vistas azulinas.
Tú
titubeaste
ante
las consumidas pupilas
sembrando
un -no me sueltes- en las manos,
en
aquel instante una muchedumbre
bautizaba
espacios vestidos
de
penetrantes silencios.
Te
busco y no te hallo
en
el inquietante aire que respiro,
ahora,
la
más triste velada rompe mi sueño
cuando
proyectas frío sobre losas de piedad
en
la pradera de tu voz
que
fue mi delirio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario