Tu
mirada,
firmamento
entre pródigos,
luz
sobre inacabables nostalgias…
Te
he seguido como fiel amante
aunque
las cabizbajas sombras te reían.
Olimpo
en los astros negros de las tardes
cuando
las enmarañadas manos suplicaban mi sangre.
Me
he perdido en el verdoso iris interminable
aquel
que pacifica las eternas lágrimas de hiel,
al
mismo tiempo llegas y me arrastras
ocultando
los fantasmas caídos sobre mi frente.
Muertos
los ojos te buscan
entre
mil gritos,
y
tú abres la llave del muro que apela razones
para
seguir viviendo hacia silenciosos retos.
Y
ahora como darte el agradecimiento
las
palabras adecuadas,
solo
mi mortal vida que se va con el aliento de la voz
que
con el secreto de estos versos te nombran.
Tu
mirada inacabable…
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