Se
decoloraban los paisajes
susurrando
historias,
esas que sobreviven
en la calma de una orilla.
Me impliqué
con tu destino
aunque los
elogios se arropaban entre calumnias.
No puedo
creer
que tus
vísceras estén cosidas de insolencia
mientras yo
soñaba mi memoria junto a la tuya.
Nuestros
labios se encontraron tantas veces,
tantas,
con sabor a verano,
invierno,
pero amar
por y para algo que no está escrito
es mejor
desatar sogas amarradas a nada.
Se
retrasaron las huellas
pero al fin
llegaron.
Las
estaciones se quedaron
junto a sus
imponentes ojos,
esos que te
miran
sobre la
música y un conjunto de verbos al oído.
Y
permaneciste a mi lado
con mi
dolor,
con mi risa
cuerda,
silencioso
ante la pluma
que fue
dibujando sin miedo,
con lágrimas
blancas,
la portada
de mi historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario