Pasan las noches y la
ausencia de las letras golpea el alma con sus manos, ellas se estremecen e
inundan los recuerdos entre viejos suspiros. Y en ese instante las sílabas
encadenadas se deshojan con la transparencia de su pluma bautizando cada
palabra.
No pretendo que seas el molino
de mis aguas,
ni la daga lenta que salude con sus labios.
Pero cuando te llame,
ven,
ven a mí
entre rancios
murmullos
y el rubor de un amante.
Ya ves que me ahondas en tu claustro,
mas te busco en las faldas del auxilio
remando hacia vértices nocturnos
cuando la soledad aguijonea con palpitantes dedos.
Me sujetas,
involucrándome con tus envenenados dardos
mientras mis ojos abiertos peregrinan
en la faz de tus odas.
Ahora, te amo
puesto que fuiste hallazgo
en mis pretéritas horas de agonía,
sí, te amo
en la palma curvilínea de mi historia.
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