Un café humeaba entre mis manos
en “ Les Deux Magots”,
mientras la tarde desprendía hebras ámbar
hacia las paredes sepia que vestían
aquellos lienzos del siglo XIX.
Te miré,
al mismo tiempo que los dedos transcribían
notas aburridas en aquel cuaderno amarillento,
quería sentirme viva aferrándome a la pluma
aunque fuesen solo sueños.
Pero te vi de nuevo sentado en la esquina
mientras me decía,
hoy buscaré una excusa
para acercarme a tus manos
que tus manos fueran mis dedos,
mi aliento sea tu boca
y tu amor mi deseo.
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