En el lejano horizonte
donde los pómulos de sus dunas
resbalan promesas,
un sueño habla entre el placer y una condena.
Antes de que el mundo despierte
quiero decirte al oído,
que es imposible negar tu existencia,
ya que te propagas y regresas
al compás del arañado vacío.
Y mañanea la voz melosa
sobre una noche más clara que ninguna,
cuando tú,
sin prisa,
con calma,
predicas ráfagas de verbos
en el precipicio de mi garganta.
Dejé a un lado el silencio
y al festejo de la sombra,
cuando el amor fue mi sentencia.
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