Jamás pensé,
que sería indiferente a sus hilos de seda.
Mordí el antónimo
de la literatura,
más aún,
fui el sinónimo de la dejadez.
Ahora,
te fundes en el aire que respiro,
te toco y permaneces
en la cúpula retórica
de mi más propio bien.
Y con maestría,
desenredas el sin valor
que sin remedio fue,
la vertical y horizontal
de tan absorto corazón.
En memoria a los grilletes
de mi fe, la poesía.
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