Ayer,
cuando
mis pasos más seguros me doblegaron,
desnudo
ante ti,
mi
traidora cabeza de arena.
Yo
amé sabiamente al Judas traidor,
ahora
entre húmidos maderos
cien
heridas sangran sobre mis huesos,
cuando
los imparables látigos cuartean y gritan
no
me abandones entre este dolor.
¡Qué
equivocado fue mi delirio!
¿Cómo
pude creerles?
¡Pido
perdón!
Le
humillé,
pisoteé
su lengua,
mancillé
verdades,
deshonré
su nombre
mientras
era testigo de una fábula fingida.
Llora
el pueblo,
implora
clemencia su madre,
pero
los insultos claman gloria
bajo
un cielo con sangre.
Hoy
no puedo más que rendir mi cabeza,
retorcerme
bajo la parca y doblegarme ante ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario