Ayer
anduve por los caminos de la vida
me vestí de luz
para recorrer el tiempo transcurrido.
Desperté en un prado verde,
donde la infancia se alza
con numerosos latidos
que colmaban
el frondoso cauce de
un rio,
y los sueños eran ternura
cual aliento es amante
en la historia de un
niño.
Me dejé llevar,
por la voz de la adolescencia
donde la centelleante llama del amor
era desnudada
entre narcisos y violetas,
y los ojos reflejaban el matiz brillante
cuando la belleza consentida
se convertía en inverosímiles paisajes.
Allí estás dócil y serena,
adulta,
lúcida,
sin prisa.
El sosiego es la
clave de la plenitud
cuando los descendientes son brisa
en las perlas del alma,
mientras perfilas
el almíbar en mis labios
acariciando la sien y el tibio costado.
La vejez
es una compasada memoria
de hebras blancas
que concluye lenta y solitaria.
Campanas silencian las
vacías miradas
mientras llega la parca con agujas en la mente,
observando sigilosa la soledad
que se adhiere amarga colmada de sed,
tiempos transcurridos,
fin de los días.
Silvia, encontrarte en este mundo de líneas vivas es para mi una bendición. Poetas como tú necesita la vida, el mundo entero, capaces de tocar las fibras...una a una. Me encanta tu poesía. La llevo en mi alma.
ResponderEliminarJENNY:
ResponderEliminarGracias por estar en mis versos.
Un abrazo mi fiel amiga.